miércoles, 6 de mayo de 2009

LA BURBUJA

Todo esta listo, estoy preparada. El cubo de agua con lejía mezclada con Mr proper sabor limón, el mocho que es mi arma preferida, el trapo anti polvo y el spray para limpiar los muebles. Voy al ataque contra la suciedad, abro la puerta del dormitorio de mi hija: me quedo sin aliento, el caos es indescriptible. Y son solo las 8h 30 de la mañana.

Los libros de literatura clásica están en pilas en sitios imprevistos. Encima de la impresora Hp, una pila o dos al punto de caer, otra en el suelo debajo la cama, Tolstoi esta al revés, Miguel de Cervantes esta al lado de un Asterix destrozado, Baudelaire y las flores del mal están debajo de unas bragas ya usadas. La ropa no se puede ni llamar ropa, solo hay trozos y resto de tela esparcidos por todo el dormitorio: encima de la cama, debajo de una almohada, en el suelo.

Había puesto una cubeta para que ella pudiera al menos tirar la ropa dentro y dar menos caos al cuarto. La cubeta está llena esto si pero no de ropa. Un cabreo descomunal está subiendo poco a poco en mi cuerpo y me esfuerzo para mantener la calma. Encima de la silla, unos hojas que son unas disertaciones y exámenes de hace más de un mes, restos de guerras ganadas contra el cuerpo de la enseñanza privada al cual pertenece esta muchacha que es mi hija. Ella siempre gana hay que reconocerlo. Por fin localizo al teléfono fijo que normalmente es nuestro pero que ella se apodero desde que tiene novio. Estaba debajo de un bolso que contiene la ropa de gimnasio de la semana pasada. No me atrevo ni a ver lo que hay dentro, el olor ya me anuncia el panorama. La venta está cerrada, día y noche, huele a tigre o como mínimo a un zoo entero que hubiera tenido en este cuarto una gigantesca juerga sin ventilación.

Abro antes de sentirme mareada. El aire penetra de un golpe en este antro y empiezo a respirar. No me cabe el mocho en esta buhardilla, menos aún el cubo, los saco fuera. Recojo un paquete de galletas pim’s d frambuesa, lleva aquí una buena temporada, la ultima galleta tiene mala pinta. Lo tiro todo en la papelera que está a rebosar. No miro el contenido, es una papelera surrealista, creo que mi hija no sabe cuál es la función de una papelera. Con el aire fresco, el cabreo se me va pasando…Por fin veo a mi revista favorita que ella siempre me roba, se ha parado en la página 25,el artículo que le había recomendado, ha dejado una punto de pagina, por lo visto le ha gustado el artículo, y sonrió. Tenemos los mismos gustos. Unos pendientes y una pulsera que buscaba hace días están en el borde de la torre del ordenador: los compre en Marruecos en un viaje que hicimos las dos para consolarla de la ruptura con el ex novio. Siempre dijimos que compartiríamos las joyas, lo tuyo es mío lo mío es tuyo.

Así que las pongo en una caja más segura y se las dejo, sé que nos recordaran siempre a las dos, los perfumes de azahar de Marrakech y los colores ocres de aquella ciudad mágica. En la pared, cuelga un dibujo hecho a mano por Laeticia, su mejor amiga, retrato de ella y su novio actual, el hombre de su vida según ella. Esta muy bien dibujado, alguna trazado irregular india que la dibujante es aun una amateur pero reconozco la frescura de mi hija y la mirada oscura del chico. Yo lo hubiera puesto un marco decente pero ella con una chincheta roja ya le basta. No voy a tocar nada, si a ella le gusta sí, lo respeto. Debajo la silla, una carta. Esta carta, la famosa carta. La donde me pedía perdón. Por lo que pasó. Carta que me leí sola, en mi cuarto y que mi hizo casi llorar.

Cierro suavemente la puerta de la burbuja de mi hija, y sin ruido, recojo mi armamento de maruja combativa y me voy. Limpiaré otro día.

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